Biblioteca
Lolita Blue
Mady se encontraba en medio de la biblioteca, mirando la infinidad de estanterías repletas de libros.
A pesar de no gustarle demasiado salir de casa hacía el esfuerzo de ir a la biblioteca. Le encantaba leer y allí había tantísimos libros esperando ser leídos, o por lo menos ella lo sentía así. Es curioso que aunque amaba la tecnología los libros digitales no podían compararse al placer de leer un buen libro. Su olor a libro (ya fuese nuevo o viejo), el perderse entre sus paginas, el tacto rugoso del papel… La tecnología no podía igualar ese mar de sensaciones que experimentaba al tener los libros entre sus manos. Así que, a pesar de las pocas ganas que tenia de salir, una vez a la semana solía pasar la tarde en la biblioteca, eligiendo un libro para llevarse a casa.
Llegó al pasillo de los libros con temática “fantasía”, sus favoritos. Y empezó a rebuscar entre los que aun no conocía.
Al poco rato vio a su lado a una niña, de unos 14 años. Con un precioso pelo de color naranja.
A pesar de no gustarle demasiado salir de casa hacía el esfuerzo de ir a la biblioteca. Le encantaba leer y allí había tantísimos libros esperando ser leídos, o por lo menos ella lo sentía así. Es curioso que aunque amaba la tecnología los libros digitales no podían compararse al placer de leer un buen libro. Su olor a libro (ya fuese nuevo o viejo), el perderse entre sus paginas, el tacto rugoso del papel… La tecnología no podía igualar ese mar de sensaciones que experimentaba al tener los libros entre sus manos. Así que, a pesar de las pocas ganas que tenia de salir, una vez a la semana solía pasar la tarde en la biblioteca, eligiendo un libro para llevarse a casa.
Llegó al pasillo de los libros con temática “fantasía”, sus favoritos. Y empezó a rebuscar entre los que aun no conocía.
Al poco rato vio a su lado a una niña, de unos 14 años. Con un precioso pelo de color naranja.
Yukiro Ayshane
Seira
se había visto obligada a visitar aquel extraño lugar por expreso deseo
de una de sus pocas amigas. Con un papel en la mano, observaba la
estantería de libros en la sección de "fantasía". Parecía no aclararse
mucho, ya que miraba la primera leja,
después el papel en su mano, observaba la segunda leja, y contemplaba de
nuevo el papel algo angustiada. Preocupada, tocó con un dedo a la chica
que se encontraba a su lado. Era mucho más alta que ella, con unos ojos
muy bonitos que llamaron su atención. Sonrió algo tímida y le preguntó:
-Disculpa señorita, ¿me puedes decir que pone aquí? - dijo con una sonrisa, pues ella no sabía leer... en el papel se nombraba el título de un libro bastante antiguo. Aquello la avergonzaba bastante, ya que la biblioteca no era lugar para una chica que aún se estaba adaptando a vivir en un lugar como lo era aquel.
-Disculpa señorita, ¿me puedes decir que pone aquí? - dijo con una sonrisa, pues ella no sabía leer... en el papel se nombraba el título de un libro bastante antiguo. Aquello la avergonzaba bastante, ya que la biblioteca no era lugar para una chica que aún se estaba adaptando a vivir en un lugar como lo era aquel.
Mady
dio un pequeño respingo al notar la mano de la joven. Por suerte se
repuso de inmediato, además se dio cuenta que la niña no había notado su
incomodidad por el contacto físico.
Puso la mejor de sus sonrisas y cogió el papel que la chica le tendía. Miró el papel y vio claramente un titulo escrito.
- “Cuentos y leyendas de sirenas” – Dijo levantando la mirada del papel y sonriendo a la desconocida. A pesar de que Mady evitaba interactuar con desconocidos, siempre que se veía forzada a ello intentaba ser lo más amable y simpática posible.
Le devolvió el papel de inmediato y se quedo mirándola en silencio unos segundos. ¿Esa chica no sabia leer?. La verdad es que observándola detenidamente se veía que se sentía incomoda en ese lugar, como si estuviese algo perdida. Era como pez fuera del agua.
- Es un libro de ilustraciones. Tiene un poco de texto pero poca cosa. Hace años nos lo leia mi padre a mi hermana y a mi. Si quieres puedo ayudarte a encontrarlo. Y si lo necesitas… a leerlo
Puso la mejor de sus sonrisas y cogió el papel que la chica le tendía. Miró el papel y vio claramente un titulo escrito.
- “Cuentos y leyendas de sirenas” – Dijo levantando la mirada del papel y sonriendo a la desconocida. A pesar de que Mady evitaba interactuar con desconocidos, siempre que se veía forzada a ello intentaba ser lo más amable y simpática posible.
Le devolvió el papel de inmediato y se quedo mirándola en silencio unos segundos. ¿Esa chica no sabia leer?. La verdad es que observándola detenidamente se veía que se sentía incomoda en ese lugar, como si estuviese algo perdida. Era como pez fuera del agua.
- Es un libro de ilustraciones. Tiene un poco de texto pero poca cosa. Hace años nos lo leia mi padre a mi hermana y a mi. Si quieres puedo ayudarte a encontrarlo. Y si lo necesitas… a leerlo
Yukiro Ayshane
-¿Ilustraciones?
¿Quieres decir fotos? - la chica quedó pensativa unos segundos tratando
de enlazar dichas palabras, parecía que incluso aquello le resultaba
complicado de entender, era muy extraño... Al escuchar sus últimas
palabras, la joven de ojos anaranjados
esbozó una sonrisa tan dulce como la miel. - ¿Tu papá leía ese libro a
tu hermana y a ti cuando erais pequeñas?- preguntó con ilusión llevando
el pequeño papel hacia su pecho. -Si lo encontramos... ¿podemos leerlo
juntas? - pidió ilusionada acercándose un poco más a la amable chica.
Luego, cayó en la cuenta de que no se había presentado. Aquello la hizo
sentir muy culpable, ya que no eran modales. Agachó la cabeza algo
entristecida y miró a la joven. - Perdón por no haberme presentado
antes, soy una mal educada. Mi nombre es Seira, ¿tú como te llamas? -
preguntó dedicando la mejor de sus sonrisas a la chica de cabello
morado.
- Claro, te ayudare a buscarlo. No creo que sea muy difícil, es un clásico.
Mady no podía evitar sentir mucha ternura por la jovencita que acababa de conocer.
- Por cierto, me llamo Mady. – Continuó diciendo mientras rebuscaba un par de pasos más alejada por la balda más alta de la estantería.
- Creo que me sé ese libro casi de memoria. Cuando éramos pequeñas mi hermana estaba obsesionada con las sirenas, así que andaba pidiéndole a mi padre que le leyera el cuento todas las noches. Desgraciadamente nuestro libro se perdió, si no podría dejártelo yo misma.
Mady rebusco por todas las baldas, conocía el libro pero no sabia en que edición lo encontrarían en la biblioteca así que no podía esperar encontrarlo por su lomo.
Por fin, casi al final de la estantería, a ras del suelo vio el lomo del libro, además era la misma edición que ella tenia.
- Mira Seira, ¡lo he encontrado! – Dijo Mady muy emocionada y en un tomo más alto de lo recomendado para estar en una biblioteca.
Mady no podía evitar sentir mucha ternura por la jovencita que acababa de conocer.
- Por cierto, me llamo Mady. – Continuó diciendo mientras rebuscaba un par de pasos más alejada por la balda más alta de la estantería.
- Creo que me sé ese libro casi de memoria. Cuando éramos pequeñas mi hermana estaba obsesionada con las sirenas, así que andaba pidiéndole a mi padre que le leyera el cuento todas las noches. Desgraciadamente nuestro libro se perdió, si no podría dejártelo yo misma.
Mady rebusco por todas las baldas, conocía el libro pero no sabia en que edición lo encontrarían en la biblioteca así que no podía esperar encontrarlo por su lomo.
Por fin, casi al final de la estantería, a ras del suelo vio el lomo del libro, además era la misma edición que ella tenia.
- Mira Seira, ¡lo he encontrado! – Dijo Mady muy emocionada y en un tomo más alto de lo recomendado para estar en una biblioteca.
A
Seira le gustaba mucho escuchar a Mady, cuando empezó a contarle cómo
disfrutaba de aquel libro junto a su hermana, se le iluminaban los ojos,
podía notar la alegría de la chica, y aquello le llamaba mucho la
atención. Sin embargo, cuando dijo que su
hermana estaba obsesionada con las sirenas, su expresión cambió de
golpe. Se paró en seco y un sudor frío le recorrió la nuca. ¿Obsesión
para bien, para mal? El tiempo y experiencias pasadas, habían hecho que
el miedo se apoderara de Seira fácilmente. Afortunadamente, apenas Mady
enseñó el libro a la chica, esta volvió a sonreír y se acercó a ella con
curiosidad. - ¡Mady, lo has encontrado muy rápido, eres fantástica! -
dijo realmente alucinada. La bibliotecaria las miró desde el recibidor
entornando los ojos, parecía que aquel lugar no era el idóneo para
levantar la voz.
-
Upsss! Mejor hablemos más bajo si no queremos que la señora Smith nos
eche a la calle. – Susurro Mady algo avergonzada. Se había dejado llevar
por la emoción más de lo normal.
Seira se encontraba a su lado realmente entusiasmada. Parecía que en cualquier momento iba a empezar a dar saltitos.
- Vamos a la mesa del final de la sala, allí podremos mirarlo tranquilamente. – Dijo Mady con el libro apoyado en su pecho y con una gran sonrisa.
Seira la miraba deseosa por ver ese libro. Mirándola a los ojos recordó que ella sentía la misma emoción cuando veía a su padre coger el libro todas las noches.
- Mira Seira, las ilustraciones son preciosas. Que bonitas son las sirenas, ¿verdad?. – Dijo mientras le enseñaba la portada del libro a su joven amiga.
Seira se encontraba a su lado realmente entusiasmada. Parecía que en cualquier momento iba a empezar a dar saltitos.
- Vamos a la mesa del final de la sala, allí podremos mirarlo tranquilamente. – Dijo Mady con el libro apoyado en su pecho y con una gran sonrisa.
Seira la miraba deseosa por ver ese libro. Mirándola a los ojos recordó que ella sentía la misma emoción cuando veía a su padre coger el libro todas las noches.
- Mira Seira, las ilustraciones son preciosas. Que bonitas son las sirenas, ¿verdad?. – Dijo mientras le enseñaba la portada del libro a su joven amiga.
Yukiro Ayshane
De
nuevo, la expresión de la chica cambió de golpe, prestó tanta atención
como lo haría un felino contemplando con ansia el momento oportuno para
atrapar a un despistado pajarillo. Con el dedo índice y corazón,
acarició el dibujo de la sirena por donde
se dibujaban las escamas. - Es muy... bonita.... - dijo mientras sus
ojos se empañaban ligeramente. Era algo que la pequeña no podía evitar.
De golpe sentía una mezcla de cariño y tristeza, dos sentimientos que
se mezclaban bien hasta formar sólo uno. Cuando Mady parecía estar
absorta en el pequeño texto que se situaba sobre la hoja, se atrevió ha
hacerle una pregunta.- Mady, ¿te gustan las sirenas? - la verdad es que
estaba algo preocupada, la añoranza se estaba apoderando de ella, pero
cuando veía que acababa de conocer a una persona tan buena y cariñosa
como lo era Mady, una leve sonrisa empezó a dibujarse en sus sonrosados
labios.
Mady
estaba absorta mirando las páginas del libro. Hacia tanto que no lo
veía que no podía evitar sentir una punzada de dolor al tenerlo de nuevo
en sus manos. Los recuerdos felices y los tristes se amontonaban en su
cabeza.
Por suerte Seira acababa de preguntarle algo. Y eso la sacó de inmediato de sus pensamientos.
- ¿Qué?, ah, ¿que si me gustan las sirenas?. Claro, ¿a quien no?. Aunque puede que me gustasen más cuando era pequeña. – La sonrisa de la joven se volvió melancólica.
- ¿Sabes?, te parecerá una tontería pero cuando era niña mi hermana y yo jugábamos a ser sirenas. Hana incluso creía que si estábamos suficiente tiempo dentro del mar acabaría por salirnos una cola de sirena y podríamos vivir allí para siempre. – Los recuerdos volvían a Mady como olas. Casi tuvo que contener las lágrimas al decir aquello.
Volvió a mirar el libro y a acariciar sus páginas.
- ¿Quieres que te lea algo? – Preguntó a su joven amiga con la esperanza de que no hubiese notada la tormenta de sentimientos que estaban sucediendo en su interior.
Por suerte Seira acababa de preguntarle algo. Y eso la sacó de inmediato de sus pensamientos.
- ¿Qué?, ah, ¿que si me gustan las sirenas?. Claro, ¿a quien no?. Aunque puede que me gustasen más cuando era pequeña. – La sonrisa de la joven se volvió melancólica.
- ¿Sabes?, te parecerá una tontería pero cuando era niña mi hermana y yo jugábamos a ser sirenas. Hana incluso creía que si estábamos suficiente tiempo dentro del mar acabaría por salirnos una cola de sirena y podríamos vivir allí para siempre. – Los recuerdos volvían a Mady como olas. Casi tuvo que contener las lágrimas al decir aquello.
Volvió a mirar el libro y a acariciar sus páginas.
- ¿Quieres que te lea algo? – Preguntó a su joven amiga con la esperanza de que no hubiese notada la tormenta de sentimientos que estaban sucediendo en su interior.
Seira
sonrió, algo más calmada, y asintió acariciando una de las páginas del
libro mientras que con la otra rozaba la mano de Mady. - No me parece
una tonteria, hay muy poca gente que de una oportunidad a las sirenas.
Muchos las desprecian y se aprovechan de
ellas.... - de repente, dio un bote en la silla sorprendida, y giró la
cabeza inquieta.- ....en las historias que me leía mi tutor legal.-
finalizó con una forzada sonrisa. Rió nerviosa y asintió ante la
pregunta de la joven. - Me haría mucha ilusión, ¿lo leerías por mi? -
preguntó con la esperanza de que dijera que sí. - Pero antes de empezar,
Mady, ¿querrías venir conmigo un día a la playa? - dijo sin pensar,
pues fue algo que le salió natural, tenía muchas ganas de verla de
nuevo.
La
joven sentía cada vez más ansiedad. Apartó la mano delicadamente
esperando que Seira no notase su incomodidad. Mady tenia un problema con
el contacto físico desde hacia años, incluso con sus más allegados. No
quería decirle nada a Seira, se veía que
era muy buena niña y no debía asustarla con sus manías o fobias. Ella
siempre intentaba disimular, siempre estaba sonriente cuando
interactuaba con los demás aunque por dentro se sintiera rota. Lo había
pasado muy mal en sus años de instituto por ser considerada la “rara” de
clase, así que ahora intentaba dar una fachada de estabilidad mental y
emocional. Todo eso le resultaba agotador pero era mejor que ser
apartada por los demás por ser considerada demasiado complicada.
Solamente Daniel conocía como era Mady por dentro, con sus luces y
sombras.
Seira se veía ilusionada por que le leyera el cuento. Y Mady se sentía útil, algo que no sentía desde hace meses.
Pero entonces Mady escucho lo que le acababa de preguntar Seira. ¿Ir a la playa?. No podía creerlo…
- ¿Ir contigo a la playa? – Dijo con la voz lo más tranquila posible aunque por dentro estaba realmente angustiada.
- Pues… sí, podríamos ir. Hace demasiado tiempo que no voy a ver el mar. – Dijo haciendo un esfuerzo titánico por contener las lágrimas.
- Desde la muerte de mi padre. – Miro a la pequeña con toda la tristeza del mundo y no pudo evitar agachar la cabeza mientras algunas lágrimas asomaban en sus ojos.
Seira se veía ilusionada por que le leyera el cuento. Y Mady se sentía útil, algo que no sentía desde hace meses.
Pero entonces Mady escucho lo que le acababa de preguntar Seira. ¿Ir a la playa?. No podía creerlo…
- ¿Ir contigo a la playa? – Dijo con la voz lo más tranquila posible aunque por dentro estaba realmente angustiada.
- Pues… sí, podríamos ir. Hace demasiado tiempo que no voy a ver el mar. – Dijo haciendo un esfuerzo titánico por contener las lágrimas.
- Desde la muerte de mi padre. – Miro a la pequeña con toda la tristeza del mundo y no pudo evitar agachar la cabeza mientras algunas lágrimas asomaban en sus ojos.
Seira
paró de golpe y se acercó un poco más a Mady. - ¿Tu papá...? - no le
salían las palabras, no sabía que decir en aquellos momentos, su
respuesta la había dejado helada. - Lo siento mucho.... - la niña aun
era demasiado ingenua para saber lo que era
dar las condolencias a una persona, por lo que aquel comentario le
salió de corazón. Tras ver la reacción que había tenido Mady al
comentarle el plan de salir a la playa, pudo notarla bastante nerviosa e
inquieta; sin embargo, ella le daría una versión bastante diferente de
lo que era "veranear", ya que Seira no se juntaba en la superficie de la
arena con los demás, sino que se subía a lo alto de los peñascos y se
quedaba en silencio contemplando el atardecer, sola, sin nadie más,
acompañada del silencio y una bella sonrisa, por lo que intuyó que
aquello igual era una opción más cómoda para Mady.
Apunto estuvo de darle un abrazo, pero se contuvo y simplemente le dedico su mejor sonrisa mientras le cedía un pañuelo bordado con flores doradas. - No te sientas mal Mady, me gustaría darte un respiro para que vuelvas a sonreír. - dijo tiernamente.
Apunto estuvo de darle un abrazo, pero se contuvo y simplemente le dedico su mejor sonrisa mientras le cedía un pañuelo bordado con flores doradas. - No te sientas mal Mady, me gustaría darte un respiro para que vuelvas a sonreír. - dijo tiernamente.
Mady
cogió el pañuelo que le tendía Seira y se seco las lagrimas que ya
empezaban a correr por sus mejillas. No entendía porque se había abierto
de esa manera con una chica que prácticamente era una desconocida. Algo
de su nueva amiga le infundía una extraña sensación de seguridad.
Miro a Seira y la vió realmente apenada por ella. Así que Mady hizo un último intento por sonreír.
La propuesta de ir a la playa la había pillado por sorpresa y sus emociones contenidas se habían desbordado.
- Creo que si vamos a la playa deberíamos de leer el libro allí, junto al mar. – Dijo mirando el libro, mientras acariciaba su portada.
- ¿Te gustaría Seira?, podríamos ir mañana al atardecer. – Esta vez miro a Seira más calmada y sonriéndole abiertamente.
Miro a Seira y la vió realmente apenada por ella. Así que Mady hizo un último intento por sonreír.
La propuesta de ir a la playa la había pillado por sorpresa y sus emociones contenidas se habían desbordado.
- Creo que si vamos a la playa deberíamos de leer el libro allí, junto al mar. – Dijo mirando el libro, mientras acariciaba su portada.
- ¿Te gustaría Seira?, podríamos ir mañana al atardecer. – Esta vez miro a Seira más calmada y sonriéndole abiertamente.
La
chiquilla mostró una sonrisa de oreja a oreja enseñando sus pequeños
dientes, blancos como perlas. - Nada me haría más feliz Mady.- dijo
juntando las manos dando una palmada. - Podemos vernos aquí si quieres y
recoger el libro, no tardaremos mucho en
llegar hasta el mar.- dijo mientras la emoción y la alegría nacían
desde sus adentros. Lo cierto es que la idea de compartir algo tan
especial con ella la hacia volver a recordar que era la auténtica
felicidad. - Me alegro mucho de haber conocido a una chica tan guapa y
alegre como tú. - dijo mientras se levantaba a tirar el pequeño papel a
la papelera.
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